lunes, 18 de agosto de 2014

Sagara III

      ←SagaraII★

      ...Ahí va little boy, reventando el patio al caer de la canasta. Al eco del primer golpe se le superponen las numerosas ondas expansivas del rebote. 
    —¡Buena, Sagara!
      No sudo apenas, soy de sangre fría; pero seco mi cara con las manos mientras dejo escapar un suspiro y una sonrisa. No hay mejor respuesta.
    — Otra vez vamos a arrasar gracias a ti, ¿Cuántas copas vamos ya?
      Vuelvo a sonreír.
    —Nunca me he parado a contarlas, jugar con vosotras ya es un premio.
      Y no he mentido, si hay algo que me libera es lanzar el balón. El odio, como una bola de tormenta comprimida, sale de mi, disparada y estalla en un trueno que destruye todo, hasta los cimientos. Pero no, cuando la nube de hongo se dispersa, nada ha desaparecido
      Siento una mirada como una daga a la altura de la mejilla.  Es él otra vez, el hijo del entrenador. Un inútil de 25 años perdido en algún punto de la educación secundaria. Un fracasado del que alejarse. Sin embargo, insiste cada día, arrogante, en sentarse en el banquillo a dejar vagar su mirada por nuestras pantorrillas de lolita. Siento que hay algo anormal en el, como si, al igual que yo, fuese hijo de alguna bestia de zoológico. De un caimán, tal vez. Apoyado sobre sus rodillas, la mirada de plomo fundido se le desborda por las mejillas. Es él, él, el único que sabe que en mis venas fluye veneno, y no sangre. El único que ve al monstruo dentro de la carcasa de porcelana. El único que no desea ser devorado, sino...devorarme.
       Con un salto de rabia lanzo a Fat man.
El balón golpea el aro con brutalidad y alcanza la pared opuesta, explotando a escasos centímetros de su cara. Un breve sobresalto, su plomo se solidifica por un momento mientras observa como el misil se aleja botando.
    —¡Lo siento! ¡Perdón! ¿Estás bien? Se me fue la mano.
      Mi rostro es  la definición misma del arrepentimiento y la preocupación. Pero, como él nunca ha abierto un libro de texto, solo sabe leer entre líneas. No importa, no es a él a quien debo engañar, sino al grupo de pollitos horrorizados que tengo alrededor.
    —Nada, nada, —sonríe—hasta a Dios se le escapan los balones de vez en cuando, si no, mírame.
      Encantador, si los pollitos hubiesen sido gallinas, hubiesen puesto un huevo de la emoción.
    —Pero tú ¿estás bien? Te veo un poco pálida hoy. Quizás deberías descansar.
      Quizás, quizás debería dejar de vomitar cada grano de arroz que pasa por mi garganta, quizás debería dejar de robarle los antidepresivos a mi madre, quizás debería abandonar mi trono y hundirme en el barro. ¿Es eso lo que quiere? ¿Verme enterrada entre mis propias heces? 
      —Tranquilo, mi gato ha estado en el veterinario y no he podido dormir por ello. Pero estoy bien, jugar me ayuda a distraerme, si no, no podría dejar de pensar en él.
        Encantadora, todo el equipo me abraza entre sollozos. Me arropan y me juran que estarán ahí para lo que sea. Mi gato duerme tranquilamente en su cesta, y yo ronroneo por dentro. Este amor falso son mis verdaderas proteínas. ¡Qué me amen! ¡Qué me amen más! ¡Qué sigan fingiendo amarme como hasta ahora! 
      Pero él me mira, y sus ojos son balas...
      Tengo hambre, no me gusta ser la presa.

                          ★★★Continuará→

        ★NanaGarcía/@Nanaringain
   
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario